bajoelagua de solaris

bajoelagua de Solaris

Los griegos tenían un dios,
Hades, que reinaba en el inframundo y era hijo de Cronos (Tiempo) y de Rea (Tierra). El inframundo era el lugar de los muertos, donde vagaban como sombras que podían ser convocadas por los vivos bajo la forma de recuerdos, emociones, presentimientos, extrañas evocaciones.

Homero, por ejemplo, presenta en la Ilíada a Aquiles abrazando el espectro, "una sombra sin cuerpo", de su amado Patroclo. En el mito de Orfeo y Eurídice, al perder Orfeo a su amada mordida por una serpiente, se dirige desconsolado al Hades y, gracias al encantamiento de su música, logra sortear a los vigilantes Cerbero y Caronte, una vez allí convence a
Perséfone la que le promete recuperarla con la condición de que salga del Hades sin mirar atrás. Orfeo comienza su viaje pero lo angustia escuchar los pasos de su amada cada vez más débiles. Se da vuelta y la pierde para siempre.

Esa misma sensación de pérdida me alcanza cuando, por un momento, me distraigo y se rompe el hechizo, el compromiso transitorio y fugaz que me une con una expresión artística, sea del tipo que sea, cine, música, literatura, plástica. El disfrute requiere dedicación. El arte tiene, para mí, la capacidad -que en Solaris, tiene su océano- de evocar las sombras evanescentes de nuestros recuerdos de cosas ya vividas (aunque algunas raras veces nos parezcan ajenas, como vividas por otro/a).