bajoelagua de solaris

bajoelagua de Solaris

Los griegos tenían un dios,
Hades, que reinaba en el inframundo y era hijo de Cronos (Tiempo) y de Rea (Tierra). El inframundo era el lugar de los muertos, donde vagaban como sombras que podían ser convocadas por los vivos bajo la forma de recuerdos, emociones, presentimientos, extrañas evocaciones.

Homero, por ejemplo, presenta en la Ilíada a Aquiles abrazando el espectro, "una sombra sin cuerpo", de su amado Patroclo. En el mito de Orfeo y Eurídice, al perder Orfeo a su amada mordida por una serpiente, se dirige desconsolado al Hades y, gracias al encantamiento de su música, logra sortear a los vigilantes Cerbero y Caronte, una vez allí convence a
Perséfone la que le promete recuperarla con la condición de que salga del Hades sin mirar atrás. Orfeo comienza su viaje pero lo angustia escuchar los pasos de su amada cada vez más débiles. Se da vuelta y la pierde para siempre.

Esa misma sensación de pérdida me alcanza cuando, por un momento, me distraigo y se rompe el hechizo, el compromiso transitorio y fugaz que me une con una expresión artística, sea del tipo que sea, cine, música, literatura, plástica. El disfrute requiere dedicación. El arte tiene, para mí, la capacidad -que en Solaris, tiene su océano- de evocar las sombras evanescentes de nuestros recuerdos de cosas ya vividas (aunque algunas raras veces nos parezcan ajenas, como vividas por otro/a).


jueves, 16 de diciembre de 2010

Arqueología Urbana - Buenos Aires Afroamericana

En bajoelagua nos interesan las cosas que de forma cotidiana nos pasan como comunidad y que nos conectan esporádica y fugazmente con esas realidades ocultas que subyacen al ruido y el ajetreo diario.

Hay entre nosotros almas que nos facilitan esa conexión, entre ellas, y preferentemente, están los artistas, músicos, pintores, escritores. También, aunque con su estilo propio y diferente, se encuentran entre estos "conectores" los hombres y las mujeres que se dedican a la investigación y a la reflexión filosófica y científica.

No es descabellado pensar que unos y otros "pescan" en el mismo océano (el de nuestro planeta Solaris) a los mismos "bichos", solo que los perciben y nos los traducen, de manera diferente. Pero eso no es nada nuevo. Todos y cada uno tenemos nuestras particularidades y, a veces, éstas presentan algún toque de originalidad que nos trasciende.


Sonia Berjman y Daniel Schávelzon, son dos conocidos arqueólogos urbanos dedicados a rescatar esos restos, esas piezas son en su mayoría objetos cotidianos pertenecientes a  los habitantes de estos lares hace 100, 200 o 300 años. Producto de estos trabajos son un importante número de publicaciones en las que la arqueología se cruza con la historia.  Entre estos trabajos, en este caso de divulgación, está este video que fue pasado por el canal Encuentro. Por su interés y pertinencia en el tema, se los posteo.


Buenos Aires Negra Parte 1


 Buenos Aires Negra Parte 2

Estos elementos, estas "impresiones evanescentes", estos reflejos en el agua, independientemente de la materialidad de los objetos que las portan, naturalmente no nos son visibles la mayor parte del tiempo. Incluso, las personas "sensatas" llegan a dudar de su existencia.
Las razones son varias, unas de orden material e individual, vivir y sostener la vida requiere dedicación y consume gran parte de nuestras energías y atención.
Pero hay otras razones, más colectivas, que son particulares de la formación e historia de nuestra comunidad. De alguna manera, como nos lo explican los historiadores y los antropólogos y nos lo muestran los artistas, los grupos sociales dominantes se encargan de escribir la historia de la comunidad toda como la expresión material y palpable de sus propios mitos fundantes, aquellos que los definen como un grupo especial. Esta manera de proceder tiene un doble propósito, por un lado didáctico (Qué somos) y por otro, opera de justificación moral del poder que este grupo particular detenta sobre los restantes (Por qué debemos mandar).

En consecuencia, la memoria colectiva formal que representa la historia escrita, leída y enseñada, suele responder a los intereses, morales, religiosos, ideológicos y económicos del o los grupos dominantes. Esto hace que los considerados sectores "marginales" sean simplemente dejados de lado, convertidos, de alguna manera, en invisibles, fantasmas sin un rol que cumplir en los relatos épicos de la comunidad.
Esta invisibilización del otro, del diferente, es la contracara de la propia visibilidad magnífica y magnificadora de los dominadores. Claro que esto también esconde un engaño una trampa, de una u otra manera siempre está presente un componente de abuso y explotación en esa relación de afirmación propia-negación del otro. Los grupos dominantes necesitan de los dominados y no solo para autodefinirse sino y principalmente, los necesitan de una forma mucho más concreta y material.  Por ejemplo mientras el trabajo de los esclavos negros africanos cumplió una función insustituible en la economía local se llevaba cierto control sobre su número (ni más ni menos cual si se tratase de cabezas de ganado u otro recurso similar). Cuando se declaró el fin de la esclavitud, los negros y los mestizos que todavía lo eran debían comprar o ganar su libertad porque su derecho a ella -a pesar de estar consagrado por la ley- se subordinaba al derecho de propiedad ya adquirido por sus anteriores propietarios. En torno al 1800 la proporción de la población negra era, según las cuentas de los propios porteños, de un tercio (30%), un siglo después la proporción a nivel nacional había caído a un mísero 2%. ¿Que sucedió? ¿Como pasaron los negros de ser una importante minoría a convertirse en una insignificante, al punto de sostener el mito de que los argentinos descendemos de los barcos? ¿Acaso fueron víctimas de un genocidio a gran escala?
La explicación puede ser mucho más simple y, hasta cierto punto, menos dramática. En la medida en que su participación en el desarrollo de la economía disminuía y eran reemplazados por una inmigración europea con mayor calificación y con otras connotaciones étnicas, simplemente dejaron de contar para la historia y las estadísticas. Estaban allí, como también ocurría con los indígenas, pero no se los veía, no se los contaba y, lo que es más importante, no eran ciudadanos, no eran sujetos de pleno derecho.


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