bajoelagua de solaris

bajoelagua de Solaris

Los griegos tenían un dios,
Hades, que reinaba en el inframundo y era hijo de Cronos (Tiempo) y de Rea (Tierra). El inframundo era el lugar de los muertos, donde vagaban como sombras que podían ser convocadas por los vivos bajo la forma de recuerdos, emociones, presentimientos, extrañas evocaciones.

Homero, por ejemplo, presenta en la Ilíada a Aquiles abrazando el espectro, "una sombra sin cuerpo", de su amado Patroclo. En el mito de Orfeo y Eurídice, al perder Orfeo a su amada mordida por una serpiente, se dirige desconsolado al Hades y, gracias al encantamiento de su música, logra sortear a los vigilantes Cerbero y Caronte, una vez allí convence a
Perséfone la que le promete recuperarla con la condición de que salga del Hades sin mirar atrás. Orfeo comienza su viaje pero lo angustia escuchar los pasos de su amada cada vez más débiles. Se da vuelta y la pierde para siempre.

Esa misma sensación de pérdida me alcanza cuando, por un momento, me distraigo y se rompe el hechizo, el compromiso transitorio y fugaz que me une con una expresión artística, sea del tipo que sea, cine, música, literatura, plástica. El disfrute requiere dedicación. El arte tiene, para mí, la capacidad -que en Solaris, tiene su océano- de evocar las sombras evanescentes de nuestros recuerdos de cosas ya vividas (aunque algunas raras veces nos parezcan ajenas, como vividas por otro/a).


jueves, 2 de diciembre de 2010

Un Poema de Mahmoud Darwish - Posteado en PIBE PERONISTA el miércoles 1 de diciembre de 2010

Mahmoud Darwish
Mahmoud Darwish (Al-Birwa, 1941), poeta nacional de Palestina, militante de la OLP, dedicó su vida a luchar contra la opresión israelí y a difundir y resguardar su cultura; redactor de la Declaración de Independencia, amado por su pueblo, enterrado en Ramala (2008).






Carné de identidad
Escribe
que soy árabe,
y el número de mi carné es cincuenta mil;
que tengo ocho hijos,
y el noveno vendrá al final del verano
¿Te enfadarás por ello?
Escribe
que soy árabe,
y con mis camaradas de infortunio
trabajo en la cantera.
Para mis ocho hijos
arranco, de las rocas,
el mendrugo de pan,
el vestido y los libros.
No mendigo limosnas a tu puerta,
ni me rebajo
ante tus escalones.
¿Te enfadarás por ello?
Escribe
que soy árabe.
Soy nombre sin apodo.
Espero, paciente, en un país
en el que todo lo que hay
existe airadamente.
Mis raíces,
se hundieron antes del nacimiento
de los tiempos,
antes de la apertura de las eras,
del ciprés y el olivo,
antes de la primicia de la yerba.
Mi padre...
de la familia del arado,
no de nobles señores.
Mi abuelo era un labriego,
sin títulos ni nombres.
Mi casa es una choza campesina
de cañas y maderos,
¿te complace?...
Soy nombre sin apodo.
Escribe
que soy árabe,
que tengo el pelo negro
y los ojos castaños;
que, para más detalles,
me cubro la cabeza con un velo;
que son mis palmas duras como la roca
y pinchan al tocarlas.
Y me gusta el aceite y el tomillo.
Que vivo
en una aldea perdida, abandonada,
sin nombres en las calles.
Y cuyos hombres todos
están en las canteras o en el campo...
¿Te enfadarás por ello?
Escribe
que soy árabe;
que robaste las viñas de mi abuelo
y una tierra que araba,
yo, con todos mis hijos.
Que sólo nos dejaste
estas rocas...
¿No va a quitármelas tu gobierno también,
como se dice?
Escribe, pues...
Escribe
en el comienzo de la primera página
que no aborrezco a nadie,
ni a nadie robo nada.
Mas, que si tengo hambre,
devoraré la carne de quien a mí me robe.
¡Cuidado, pues..!
¡Cuidado con mi hambre,
y con mi ira!

bajoelagua                                                                           

No hay comentarios:

Publicar un comentario